El tema de los temas, el llamado programa y la duda razonable.


Por: Mcs Gerardo Gómez Moreno, Profesor Titular de la Escuela Superior del PCC “Ñico López”
Nota de Carlos M. García.

El profesor Gerardo Gómez Moreno nos hizo llegar hace más de una semana este artículo, pero por razones de fuerza mayor no había podido leerlo y publicarlo en el blog. Lo hago ahora respetando sus criterios y forma expositiva. Los artículos: “¿Es realmente la propiedad “el tema de los temas” del debate económico en Cuba?” del Dr. Pedro Monreal y “Acerca del “tema de los temas”: un reconocimiento, algunas aclaraciones y el efecto bumerang” del también Dr. Carlos M. García, me han motivado a participar nuevamente en este intercambio político y académico.

Afirma Monreal que: “Lo que esencialmente discuten los especialistas sobre la economía cubana son sus perspectivas de desarrollo.” Este sería el tema y no la propiedad. Mientras el Dr. García insiste, con sólidos y efectivos argumentos, en que la propiedad es el tema de los temas.
El sofisma de Monreal está en la consideración genérica, abstracta, del desarrollo, por eso el Dr. García puntualiza que se trata de un desarrollo socialista y este carácter conlleva necesariamente la consideración de las relaciones de propiedad, el predominio de las relaciones socialistas de producción. El desarrollo se refiere no sólo a las fuerzas productivas, sino también a  las relaciones de producción, que no pueden separarse metafísicamente en compartimientos estancos.

Por supuesto, en el mundo actual, Cuba es una isla rodeada por océanos capitalistas neoliberales y no es posible la construcción de un “socialismo puro”, sin determinados elementos o partículas del mercado y capitalismo como se corresponde con la transición socialista, se trata del “socialismo ahora posible”. Pero estos factores se encuentran dentro de determinados límites sistémicos, traspasados los cuales estaríamos en otro tipo de “desarrollo” con todas las implicaciones económicas, políticas y sociales que esto supone.

Veamos ahora el planteamiento  del Dr .Monreal en el artículo repicado por   Garcçia:  “¿Necesita el Estado cubano controlar el 80% de los medios de producción fundamentales para alcanzar un desarrollo nacional que fuese compatible con el socialismo? ¿Acaso bastaría con el 60%? o, ¿Sería suficiente el 40%?”(Pedro Monreal, ¿Es realmente la propiedad el “tema de los temas” del debate económico en Cuba?, El estado como tal, 22 de febrero de 2018)

El Dr. García le contesta a Monreal:
“En este caso la cuestión de la propiedad no es ni abstracta ni empírica, tiene un alcance directamente político porque lo cuantitativo se puede trocar en una nueva cualidad…El aleteo de esas reducciones aparentemente inocuas pudiera provocar  grandes trastornos en la estructura socioeconómica del país y en su estructura socio clasista del país.”

Es evidente como Monreal juega con los términos, en primer lugar habla de un “desarrollo nacional” y en segundo término añade engañosamente que “fuese compatible con el socialismo”. Ya no se trata de un desarrollo socialista en nuestra nación, sino sólo “nacional” y “compatible con el socialismo”, aunque no queda claro cómo lograrlo.

Por ello ratificamos que se trata de una alternativa quimérica y que no se alcanzaría el anhelado y buscado desarrollo económico y social, ni Cuba sería soberana, independiente, socialista, próspera y sostenible. Se convertiría en un apéndice, anexado a EE.UU. No sería un “desarrollo nacional”, sino dependiente y subordinado y no quedaría nada de “compatible con el socialismo”.

Dando un paso más hacia el abismo, Monreal se pregunta sí el Estado cubano necesita controlar el 80% de los medios de producción fundamentales, o si bastaría con el 60% o sería suficiente el 40%, como si esto no alterara a la Revolución Cubana y el rumbo socialista del país.

Solamente plantear esta hipótesis, es suficiente para revelar lo que está pensando, pues imaginar que con un 40 % del control de los medios de producción fundamentales podría sostenerse la esfera social, la defensa civil y nacional, así como mantener materialmente la resistencia del pueblo cubano frente al norte revuelto y brutal que nos desprecia, es algo increíble, sino malintencionado.
Como subraya el Dr. García lo importante no es si el Estado domina el 60 o el 40 % de la propiedad sino que es lo que va a suceder del otro lado. Así mismo mi colega, establece un conjunto de interrogantes, frente a las posiciones de Monreal, que ponen en tela de juicio sus tesis.

Si nos atenernos al llamado programa de estabilidad económica para Cuba, es incuestionable que se promueven cambios de las relaciones de propiedad que reducen aún más la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción, bajo la forma estatal, tanto mediante el incremento sustancial de la propiedad privada, como de la propiedad mixta y la cooperativa. ¿En este caso sería una forma socialista?

Respecto al llamado programa, pueden examinarse las cuantificaciones de estos procesos, tal vez más difícil, pues el autor no se atreve a establecerlas directamente, algo extraño de este economista, experto en estadísticas y estimaciones. No queda más remedio que establecer la evidencia circunstancial que el autor ofrece en el referido documento.

La primera evidencia circunstancial surge cuando expresa que “un estudio de 2011 sobre la vulnerabilidad financiera en una muestra de empresas en La Habana, indicó que el 38% de las empresas dejarían de ser rentables una vez que se ajuste el tipo de cambio.”

Apreciamos que por lo menos la cifra del 38 % de las empresas estatales en La Habana puede  dar una idea importante de las magnitudes implicadas, pueden “sacar del juego” un buen número de empresas estatales. En fin, surgen dudas: ¿Será que el tema de la unificación monetaria y cambiaria es sólo un pretexto para proponer un programa propio de reformas?, ¿Cuál sería su naturaleza?
Una segunda evidencia circunstancial la encontramos en la insistencia que hace este economista sobre los datos que ofrece de la Contraloría General de la República. Las auditorías realizadas indican que casi 6 de cada 10 empresas estatales son evaluadas de deficiente y mal.  Constatamos que la expresión de Monreal “no existe evidencia alguna” es muy absoluta y al decir que ni siquiera “una parte” puede ser saneada por los mecanismos tradicionales, se está diciendo que todas deben sanearse de la manera que propone el autor, mediante privatización, propiedad mixta y cooperativas.  

Es cierto que no existen los montos de inversión que se necesitan para la modernización tecnológica y de gestión de todas las empresas estatales en lo que incide fuertemente el bloqueo de Estados Unidos a Cuba que sigue siendo el principal obstáculo externo para el desarrollo de Cuba, pero: ¿No pueden aumentar gradualmente las inversiones, en sectores priorizados, ser modernizadas desde la ciencia y la tecnología y lograr un salto en la gestión empresarial estatal mediante una mayor autonomía?

Surgen otras dudas: ¿acaso el autor insinúa que el 60 % de las empresas estatales deben someterse al “saneamiento” que él propone? ¿Este 60 % entraría en la  no rentabilidad temporal o en la irreparable? ¿Cuántas pasarían al sector privado, mixto o cooperativo? De nuevo, sin al menos estimaciones, parece que no le importa el destino de las empresas estatales, lo importante es avanzar mediante procesos acelerados de su “saneamiento” financiero.

La tercera evidencia circunstancial es que el autor señala que “el acento se colocaría en el saneamiento de la empresa estatal, particularmente en relación con las que funcionan en el sector agropecuario, donde se concentra el 67 por ciento de las empresas estatales irrentables del país…”.
Son muchas las dudas: ¿Qué hacer con el 67 % de las empresas estatales irrentables del país?, ¿Aplicar estas fórmulas “de saneamiento” antes vistas? En una cuestión tan vital como la seguridad alimentaria y nacional en un país subdesarrollado en transición y construcción socialista: ¿No se puede  proteger un sector tan esencial para la vida del pueblo?, ¿Habrá que hacer como los gobiernos neoliberales mexicanos que virtualmente destruyeron su agricultura con sus políticas económicas neoliberales para abrir paso a la agroindustria de Estados Unidos?

En fin, reiteramos que el autor no ofrece cálculos exactos o estimaciones de la envergadura de este “saneamiento” de la empresa estatal, pero a pesar de ello, llama con fuerza a realizar este proceso, lo que implica que la empresa estatal sería, en lo fundamental y en su mayor parte, una especie de causa pérdida.
La cuarta evidencia circunstancial se refiere a las empresas estatales con irrentabilidad “irreparable”, previstas desde la primera etapa. El autor clasifica tres grupos de empresas estatales, las de plantilla superior a 500 trabajadores, las de más de 100  empleados y las de menos de 500 trabajadores. Hacemos notar que estos datos parecerían indicar, que para este tipo de “saneamiento” financiero, se está pensando en grandes proporciones y, por tanto, que los elementos privados, mixtos y cooperativos sugeridos tendrían significativas dimensiones.

Podría dudarse sobre cuántas empresas pasan total o parcialmente al sector privado, mixto o cooperativo, pero este autor no ofrece ni siquiera aproximaciones. ¿Por qué será? ¿Se oculta algo? ¿Se pretende pasar a la economía mixta capitalista un país pequeño y subdesarrollado como Cuba y sólo a 90 millas del imperio más poderoso del orbe en plena actualización de la doctrina Monroe?
En cuanto a la propiedad socialista de todo el pueblo, representada por el Estado socialista cubano: ¿Mantendría en su poder económico sobre aquellos medios fundamentales de producción que pudieran respaldar el desarrollo del país? ¿Qué tipo de “desarrollo” es el que propone?

Finalmente,  las propuestas se realizan sin observar los límites sistémicos y sin tener cálculos concretos de hasta dónde podemos llegar. Tampoco se manifiesta una voluntad clara para salvar todo lo que pueda y deba ser salvado de la propiedad socialista de todo el pueblo para perfeccionarla, ni seguir una política preferencial con las cooperativas de tipo socialista allí donde no sean realmente medios fundamentales de producción,  ni de aplicar las variantes mixtas y privadas sólo cuando no exista otra opción.  Además hay que estimar que existen otras variantes congruentes con la transición y construcción socialista cubana.

A los lectores de la red, se les debe confesar las inquietudes: ¿Las dudas expresadas son las únicas posibles de establecer?, ¿Puede concedérsele a este economista el beneficio de la duda?, ¿O todas las dudas señaladas por el Dr. García y el que suscribe determinan una gran duda razonable acerca de la viabilidad e intensiones de este llamado programa?, ¿Es un “programa” para la estabilidad o desestabilización de Cuba?











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